martes, 10 de julio de 2018

27. La tradición católica como fundamento de la religión

27. La tradición católica como fundamento de la religión

Aunque ya se hacía desde la Edad Media, en 1965, como resultado del Segundo Concilio Vaticano, el Papa Pablo VI promulgó oficialmente la Constitución Dogmática sobre la Revelación Divina, titulada "Dei Verbum", donde establecía la doctrina de la llamada “tradición sagrada” de la iglesia, la cual dice que la tradición religiosa tiene el mismo nivel de importancia que la autoridad de la Escritura. 

La tradición católica (con toda su forma litúrgica, oraciones, y enseñanzas extras de los obispos) es oficialmente considerada al mismo nivel de las Biblia por los católicos. De este modo, el catolicismo no cree que la Biblia sea la base de la fe; según el documento, la tradición debe ser considerada como fundamento para la interpretación de los textos bíblicos y la determinación de los ritos religiosos. Para sonar convincentes, la iglesia católica afirma que las tradiciones que ellos tienen y enseñan fueron pasadas de generación en generación, comenzando por los apóstoles, pero eso es una gran mentira que cualquiera que lea la Biblia puede darse cuenta. También se jactan de que los llamados “Padres de la Iglesia” (teólogos como Ambrosio de Milán, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Gregorio, Jerónimo, Crisóstomo, etc.) afirmaban muchas de sus doctrina desde hace mucho tiempo, y que por lo tanto es verdadera. Su forma de entender y practicar la religión descansa en la tradición de hombres, falibles y limitados de entendimiento, como todos lo somos. Los líderes católicos modernos explican el cambio de posturas a lo largo del tiempo diciendo que la fe católica va “mejorando” con el paso del tiempo y afirman que los dogmas católicos han necesitado ser clarificados por los posteriores líderes de la iglesia y decretos católicos porque no eran muy bien entendidos por todos los creyentes antes de que “el papa” los explicara, pero ésto usualmente se realiza a decretos papales o de obispos que siguen contradiciendo las Escrituras con tal de aferrarse a su tradición dogmática. 

En su Ensayo y Carta sobre la tolerancia, John Locke explicaba que la diferencia entre los fundamentos de donde parten tanto el catolicismo como el cristianismo evangélico hacen que éstas sean religiones bastante distintas. En sus palabras, "los papistas y los luteranos, aunque ambos profesen la fe en Cristo y son llamados 'cristianos', no son, sin embargo, de la misma religión; porque éstos últimos no reconocen otra cosa que la Sagrada Escritura como base y regla de su religión, y aquellos toman en cuenta además las tradiciones y decretos de los papas, y ambas cosas hacen la regla de su religión”.

Según lo que enseña la Biblia, la doctrina fundamental correcta es que solamente la Palabra de Dios debe ser el punto de partida y fundamento para conocimiento de la vida espiritual humana, y ésta es la única regla de interpretación para dar una aprobación o desaprobación de las tradiciones humanas. Las interpretaciones religiosas y tradiciones humanas que no se conforman a los principios completos de la Biblia deben ser consideradas peligrosas, falsas o engañosas. Pedro reconoció que en porciones de la Biblia, "hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen--como también tuercen el resto de las Escrituras--para su propia perdición" (2 Pedro 3:15-17), pero ninguna profecía de la Escritura puede ser un asunto de interpretación personal,  sino que es dada por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:20; 2 Pedro 2:1-22). 

La Biblia dice: "Cuídense de que nadie los haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo" (Colosenses 2:8). Pablo también reconoció, por experiencia propia, que cuando una persona es más celosa de las tradiciones de sus antepasados que del mensaje de Jesucristo, se está cayendo en un grave error (Gálatas 1:14). Este era también uno de los tropiezos más grandes de los fariseos religiosos y Jesucristo los confrontó duramente por ello en varias ocasiones. En Marcos 7, por ejemplo, afirmó que que ellos “Dejando el mandamiento de Dios, se aferran a la tradición de los hombres. También les decía: astutamente violan el mandamiento de Dios para guardar su tradición... invalidando así la palabra de Dios por su tradición, la cual han transmitido, y hacen muchas cosas semejantes a éstas” (Marcos 7:8-9; 13; cf. Mateo 15:1-6). Es claro que la tradición de los hombres nunca es norma en la Biblia. Este principio es conocido en la teología como "Sola Scriptura" y básicamente enseña que cuando la tradición no contradice el Evangelio, no hay problema, pero si la tradición contradice la Escritura, debe obedecerse la Escritura y desecharse la tradición.

jueves, 5 de julio de 2018

26. Las doctrinas de la Ley Canónica y Poder Secular

26. Las doctrinas de la ley canónica y el poder secular:
Históricamente, el catolicismo se ha adjudicado a sí mismo el poder de tener injerencia sobre gobiernos y asuntos seculares porque dice tener el permiso divino de hacerlo. Los Papas no solo se han dado a la tarea de promulgar nuevos dogmas canónicos (nuevas creencias o leyes religiosas obligatorias para todos los creyentes), sino también leyes civiles (nuevos estatutos seculares para todos los que vivan bajo su territorio). 

La justificación del poder secular de la ICAR se basa en el concepto de "constitución apostólica" (constitutio apostolica), el nivel más alto que se le concede al Papa para decretar nuevas leyes dogmáticas. El término proviene del latín "constitutio" y en tiempos del Imperio Romano se refería a cualquier ley emitida por el emperador. La Iglesia Católica Romana tomó el concepto de ley canónica (jus canonicum) como un poder heredado de la ley Romana después de la caída del imperio romano de Occidente y así justificó su adquisición del poder secular. En base a esta idea, los papas gobernaron diversos territorios como jefes de estado, estableciendo leyes seculares para todos los miembros de la sociedad donde ejercieron su poder. Lo hicieron durante la Edad Media, desde el año 752, en territorios italianos, cuando el rey Pipino el Breve le otorgó la ciudad de Roma y sus territorios de alrededor al Papa Esteban II, quien la había reconocido como el rey. Más tarde, la Iglesia Católica adquirió tierras en otros países, que eran llamadas "Patrimonio de San Pedro". Se hizo de un propio ejército. A los diversos territorios que eran gobernados por los líderes católicos se les conocería como “Estados Pontificios”. Allí los Papas ejercieron autoridad civil y la administración de los recursos estatales. 
"Los Estados Pontificios llegaron a abarcar prácticamente todo el centro de Italia, alcanzando su mayor extensión territorial en el siglo XVI. Casi todos los territorios anexionados estuvieron bajo el poder del Papa hasta 1797, cuando las tropas de Napoleón Bonaparte invadieron los territorios y crean la República Romana. El Papa Pío VII recuperó el poder sobre los territorios en 1801 el papa y durante el Congreso de Viena de 1815 se le restituyeron casi todas las posesiones manteniendo la zona bajo vigilancia austriaca. La disolución de los Estados Pontificios tuvo lugar en 1870, tras la unificación italiana bajo la hegemonía de Víctor Manuel II que anexionó los territorios romanos al naciente país".
Tuvieron el poder secular por siglos hasta que diversas revoluciones y reformas del siglo XIX y XX en diversos países fueron relegando el poder de la Iglesia de Roma a asuntos en los que sólo tuvieran injerencia dentro de su propia organización.  

Sin embargo, durante la época del fascismo italiano, en el año de 1929, Benito Mussolini otorgó al Vaticano su cualidad de Estado Independiente por medio de los Pactos de Letrán. A partir de entonces la Ciudad del Vaticano se ha considerado el país más pequeño del mundo y cada Papa en turno ha sido considerado Jefe de Estado con funciones administrativas, con un banco propio donde reciben las donaciones de feligreses de todo el mundo. La sede papal, conocida como la Santa Sede (ubicada en la Catedral de San Pedro en la ciudad del Vaticano) ocupa un lugar preeminente entre las demás sedes católicas episcopales porque constituye el gobierno central del Estado-institución y una entidad política soberana propiamente dicha. Una sección llamada “Oficina de prensa de la Santa Cede” publica un boletín que reporta a la prensa internacional informes sobre asuntos y acciones seculares que realizan.


Jesucristo habló con mucha precisión acerca de la separación entre el gobierno secular del mundo y su Iglesia verdadera. Él enseñó que es necesario "dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Lucas 20:25; Mateo 22:21, Marcos 12:17),lo cual es una exigencia de no mezclar las cosas: el César no tiene jurisdicción ni facultad de decidir sobre lo que es de Dios, y a Dios no le interesa administrar los asuntos del César ni ejercer el poder de un imperio secular. 

Eso fue claro cuando, luego de haber alimentado a una multitud, "Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo" (Juan 6: 14-15). Cristo también lo dejó claro ante a Pilatos, quien preocupado de que Él fuese el "rey" secular del pueblo judío y temiendo que fuera a reclamar su gobierno en lugar de él: "Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí" (Juan 16:36). Jesús no estaba interesado en ser gobernante secular de gente por la fuerza, ni tampoco estaba interesado en discutir sobre las leyes seculares que tendrían que imponerse en un Estado. 

Él también dio instrucciones a sus seguidores de NO ejercer autoridad o poder estatal sobre las naciones: "Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo" (Mateo 20:25; ca. Lucas 22:25). Aquellos que ostentan el derecho de gobernar a los pueblos enseñoréandose de ellos, no están obedeciendo el Evangelio de Jesucristo en este aspecto. 

El apóstol Pablo también enseñó que la verdadera Iglesia de Cristo debe juzgar a los que están dentro de la iglesia pero no le compete juzgar a los de afuera porque Dios mismo los juzgará en el futuro (1 Corintios 5:12; 6:1). Jesucristo mismo se negó a hacer injerencia como juez sobre asuntos seculares entre hombres (Lucas 12:13-14) y Él nos dice que debemos seguir su ejemplo en todo, y no andar como los gentiles. "El que dice que permanece en El, debe andar como El anduvo" (1 Juan 2:6) 

miércoles, 4 de julio de 2018

25. La confesión de pecados ante los sacerdotes


25. La confesión de pecados ante sacerdotes u obispos:

El catolicismo enseña que, para ser perdonados por Dios, los católicos deben ir y confesar los pecados que han cometido ante un sacerdote aprobado por la Iglesia Católica. Esto es creído porque se cree que los obispos tienen facultad de perdonar casi todos los pecados en el nombre de Dios. Según la “penitencia” que decida el sacerdote después de esto (que suele consistir en la repetición de un número de rezos determinados), se les dice que Dios habrá perdonado sus pecados. El Catecismo oficial de la Iglesia Católica lo establece así: “la confesión, que consiste en la acusación de los pecados hecha delante del sacerdote; la satisfacción, es decir, el cumplimiento de ciertos actos de penitencia, que el propio confesor impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado” (1450-1460, 1487-1492). 
Hay ciertos pecados considerados más “graves” que, para ser perdonados, el catolicismo dice que debe entregarse una solicitud de perdón por medio de un proceso formal que avise a algún líder de las jerarquías al respecto. Estos, a su vez, dependiendo de la seriedad del asunto o el tipo de pecado, “absolverán” a la persona, o llevarán la petición de perdón a obispos y sacerdotes autorizados de una jerarquía mayor, o al mismo Papa. Este proceso se realiza porque la Iglesia Católica ostente tener el poder de intervenir en el perdón que Dios concede al hombre: el supuesto proceso de “reconciliación” se realiza formalmente por medio de uno de los tres tribunales de “Penitenciaría Apostólica” del Vaticano.

Jesucristo dijo que TODO tipo de pecados puede ser perdonado por Dios, excepto aquél que cometieron los fariseos (Mateo 12:31). La Biblia no dice que tengamos que hacer papeleos para reconciliarnos con Dios: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel para perdonarnos y purificarnos de toda impiedad” (1 Juan 1:9). Jesucristo aseguró que Él mismo tiene toda la autoridad de perdonar los pecados en la Tierra (Mateo 9:6). 

La confesión de pecados mutua hacia otras personas (según Santiago 5:16) no tiene nada que ver con confesarlo a los líderes católicos: debe entenderse como una confesión hacia las personas que hemos dañado o hecho mal: nunca en la Biblia se dice que sea necesario hacerlo ante un sacerdote para poder ser perdonados. La idea de que eso sea obligatorio es totalmente anti-bíblica. 

Jesucristo aseguró que los hombres podemos perdonarnos mutuamente nuestras ofensas también (sin la intervención de sacerdotes): Si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros” (Mateo 6:15). En otra parte del Evangelio, dijo a sus seguidores que habían sido llenos del Espíritu Santo: "A quienes perdonen los pecados, éstos les son perdonados; a quienes retengan los pecados, éstos les serán retenidos" (Juan 20:23).

martes, 3 de julio de 2018

24. La Doctrina de Infalibilidad Papal


24. La Doctrina de Infalibilidad Papal: 
La infalibilidad papal, también conocida como "la infalibilidad del Magisterio" es la idea de que el Pontífice Romano o “papa”, no sólo tiene autoridad de ser "Supremo Pastor de la iglesia", sino que también tiene la facultad de "proclamar con acto definitivo una doctrina referente a la fe o a la moral", y "todo fiel debe adherirse a tales enseñanzas". En muchos contextos se cree que si él o el conjunto de obispos que pertenecen al magisterio católico deciden dogmatizar una doctrina distinta o hacer una declaración nueva de fe distinta de la Biblia, éste tendrá que ser aceptada por todos los católicas, porque se dice que no pueden mentir, ni equivocarse y son “infalibles”. Esta doctrina se convirtió en un dogma en el Primer Concilio Ecuménico del Vaticano en el documento titulado "Pastor aeternus" en 1870, cuando, de forma oficial, los obispos y el propio Papa Pío IX se adjudicaron a sí mismos esta postura, que ya se enseñaba en el catolicismo desde la época medieval. En 1950, Pío XII se refirió a la infalibilidad papal diciendo: "Si cualquiera, Dios no lo quiera, se atreviera a negar o cuestionar voluntariamente aquello que nosotros ya definimos, que se sepa que ha caído completamente de la fe divina y católica" (Munificentissimus Deus). En 1964, la doctrina sobre "la institución, perpetuidad, poder y razón de ser del sacro primado del Romano Pontífice y de su magisterio infalible, el santo concilio la propone nuevamente como objeto de fe inconmovible a todos los fieles" (Lumen  Gentium, Cap. 3). También usa como justificación para sostener la doctrina de infalibilidad de la iglesia.

La Biblia dice: “todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno” (Salmos 53:3). También enseña que todo hombre es falible y propicio a hablar falsedad (Romanos 3:4). Cristo mismo, que es el verdadero Pastor Supremo de la iglesia y no ningún hombre, dijo que: “No hay bueno, sino Dios” (Marcos 10:18). Ningún hombre ni concilio de hombres tiene el derecho de determinar lo que es verdad si ésto contradice lo enseñado por Cristo y las Escrituras: “Todo el que se desvía y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni lo saludéis” (2 Juan 1:9). La Biblia también dice: “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jeremías 17:5). El apóstol Pablo indicó que ningún ser humano tendría facultad de declarar ninguna cosa distinta a lo que ya estaba establecido en el Evangelio anunciado por Cristo y en las Escrituras: “hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema” (Gálatas 1:7-9). También advierte: “Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro” (Apocalipsis 22:18,19). Dios desaprueba a quienes se justifican a sí mismos y tienen un mal corazón (Lucas 16:15) y a quienes se creen justos en sus propios ojos (Prov. 26:12). Dios rechaza a quienes se exaltan a sí mismos y advierte a quienes que se hacen pasar por encima de los demás: “Abominación al SEÑOR es todo el que es altivo de corazón; ciertamente no quedará sin castigo” (Proverbios 16:5).

lunes, 2 de julio de 2018

23. El Papa como la Cabeza de la Iglesia


23. El Papa como la Cabeza de la Iglesia:


El Papa como la Cabeza de la Iglesia: La iglesia católica afirma que el Papa es “la Cabeza del cuerpo de obispos” (Catecismo, 936-937), que él "tiene plena, suprema y universal potestad, que puede siempre ejercer libremente" (Lumen Gentium, n. 22), que él "es el principio y fundamento perpetuo [eterno] y visible de unidad, tanto de los Obispos, como de la multitud de los fieles" (n. 23) y que él tiene facultad y derecho de “dar su consentimiento” o aprobar o desaprobar las cosas que hacen o dicen los creyentes. 

La Biblia afirma que JESUCRISTO “es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:16-18). Este título es únicamente asignado a Jesús como Salvador, diversas veces en la Escritura (Efesios 1;22, 5:23, 1 Cor. 11:3), señalando que sólo Él, por medio de su Espíritu, une a los creyentes en la fe como miembros de su cuerpo espiritual (Ef. 1:10, 2:14, 4:3, 4:11-13, Fil. 2:1, Gál. 3:26-28, 1 Cor. 12:12-13). Cristo dijo: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" (Mat. 28:18). Nadie puede usurpar el lugar que sola y únicamente le pertenece a JESÚS. 

jueves, 5 de abril de 2018

22. El Papa como representante de Cristo


22. El Papa como representante de Cristo: La Iglesia católica afirma que el Papa es “el Vicario de Cristo… y pastor de toda la Iglesia (Catecismo, 936-937). El término “vicario” viene de la palabra latina vicarius, que significa “en lugar de”, implicando que el Pontífice Católico Romano está en la Tierra tomando el lugar de Cristo, con la autoridad de Cristo sobre todo en sus manos para decirle a la gente qué hacer y qué no hacer. De esta forma, los católicos ven al Papa como el sustituto de Cristo en la Tierra o su representante ante el mundo. Durante el Pontificado de Pablo VI, esta doctrina fue promulgada el 21 de noviembre de 1964 por el Concilio del Vaticano II en un documento llamado “Lumen Gentium” (Constitución Dogmática de la Iglesia), donde se señalaba también que cada obispo gobernaría su diócesis cada uno como vicario de Cristo, sometidos a la autoridad del Papa en turno y enseñando a los feligreses a someterse de igual forma al liderazgo del pontífice.


La Biblia muestra que los cristianos líderes que cuidan y ayudan a los creyentes a seguir en el camino de Cristo son llamados pastores, presbíteros, ancianos u obispos (Hch. 11:29-30, 14:23, 15:4, 20:17, 22, 23, 20:17, 28, Fil. 1:1, 1 Tim. 3:1-7, 1 Ped. 5:1-4, Ti. 1:5-9, St. 5:14), pero nunca se ocupa el término “vicario”. La Biblia dice que El SEÑOR, Dios mismo, es nuestro Pastor (Guía) espiritual (Salmo 23), Cristo enseñó que Él mismo es el Pastor supremo de TODOS sus creyentes (Juan 1:1-18), conforme a la profecía Mesiánica (Ez. 34) y que Él es el que tiene toda la autoridad sobre el cielo y en la Tierra (Mat.28:18). La Biblia en ningún momento nos habla de hombres que sustituyan a Jesús o que tomen su lugar. En los Evangelios, Cristo enseñó que el Único que tomaría su lugar en la Tierra sería el propio Espíritu Santo (Juan 14:16-18, 14:26; 16:13, 1 Cor. 2:11-13), el Espíritu de Cristo es el que traería la presencia de Dios y recordaría Sus Palabras o enseñanzas a sus seguidores, habitando en todos los creyentes verdaderos (Rom. 8:9).

Por otro lado, la Biblia también que TODOS los creyentes somos "embajadores de Cristo" con el propósito de llamar al mundo a reconciliarse con Dios a través de Cristo (1 Corintios 5:18-20). En este sentido, todos los cristianos están llamados a seguir el ejemplo de Cristo y comportarnos como Él lo hizo cuando estuvo en la tierra. Esta no es labor del pontífice de Roma, es labor de todo los cristianos porque "fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio," (1 Tesalonicenses 2:4) y porque "el que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo" (1 Juan 2:6). Esto conlleva el deber de predicar el Evangelio del cielo anunciándolo a la gente de este mundo sabiendo que nosotros estamos en el mundo pero no somos de este mundo (Juan 17:16), así como Jesús es el rey de otro reino (Juan 18:35) que ya está entre nosotros (Lucas 17, 20-25). 

martes, 3 de abril de 2018

21. El título Papal de “Santo Padre”


21. El título Papal de “Santo Padre”: En la Iglesia Católica, el Pontífice es llamado “Papa” por los católicos, y los sacerdotes son referidos como “padres”. La palabra Papa proviene del griego “πάππας” (páppas) que precisamente, significa literalmente “Padre”, y es un título que comenzó a ser usado a mediados del siglo III por Dionisio de Alejandría para referirse a Heraclas de Alejandría. Por una mera tradición, hoy en día, el Papa es exaltado por los feligreses católicos, quienes le llaman por el título de "Santo Padre", mismo que se viste de blanco para reflejar “Su Santidad”. Todos estos nombramientos son bien recibidos por el líder de la iglesia católica, a quien también se le llama de esta manera en los medios de comunicación masiva alrededor del mundo. El Catecismo (#10) de la Iglesia Católica usa este título oficialmente para referirse al pontífice.

La Biblia muestra que Jesús prohibió esta práctica porque el Único digno de ser llamado “nuestro Padre” en el sentido espiritual es Dios. Cristo prohibió a sus seguidores asignar a los hombres en el mundo este tipo de títulos honoríficos de jerarquías y otros títulos honoríficos como “Rabí” (maestro o guía espiritual), y enfatizó también: dijo:”No llamen a nadie padre suyo en la tierra, porque Uno es su Padre: el que está en los cielos” (Mateo 23:9). Asignarle el título de “Santo Padre” a un hombre es igualarlo con Dios, porque la Biblia dice que todos los hombres han pecado y SÓLO DIOS ES SANTO en plenitud (Apocalipsis 15:4). 

Cristo enseñó que los líderes religiosos que sólo limpian las cosas por fuera están llenos de mentira y falsedad como si fuesen ‘tumbas blancas’ o “sepulcros blanqueados” (Lucas 11:39); cf. Mateo 23:5,25-27). 

martes, 6 de marzo de 2018

20. El valor sacramental de la Iglesia Católica Romana para salvación



20. La doctrina del valor sacramental y salvífico de la Iglesia Católica: 

Como la ICAR afirma haber sido fundada por Jesucristo, dice ser la única Iglesia con verdadera autoridad divina. En su ímpetu por tratar de que todos sigan su doctrina, desde Constantino y Dámaso I se ha definido a sí misma como una iglesia “católica” (lo que quiere decir que tiene injerencia “universal” y la capacidad de intervenir en los gobiernos mundiales y en asuntos humanos y espirituales en todo el mundo).

Se considera a sí misma como “un sacramento” o signo material que afecta a todo el mundo porque Dios se manifiesta a todos los hombres a través de ella (Concilio Vaticano II, Declaración Dogmática Lumen Gentium, nn. 1, 5.). El Concilio Vaticano II estableció: “esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación’ (LG, 14); “La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres” (Catecismo #780). Dice ser un “instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”. Al considerarse a sí misma un sacramento, dice ser "signo sensible y eficaz de la gracia de Dios mediante la cual se otorga la vida divina; es decir, ofrece al creyente el ser hijos de Dios" , con lo cual se recibe, según ellos, la "promesa y garantía de la protección divina".

El hecho de que el catolicismo enseñe que "los sacramentos son necesarios para la salvación, porque otorgan la gracia sacramental, el perdón de los pecados, la adopción como hijos de Dios, la configuración con Cristo Señor" (Catecismo, #1129), implica que, de acuerdo a la doctrina católica, sólo se puede ser salvo si se pertenece a la Iglesia Católica. El catolicismo enseña: "la afirmación «fuera de la Iglesia [Católica] no hay salvación» significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por medio de la Iglesia, que es su Cuerpo. Por lo tanto no pueden salvarse quienes, conociendo la Iglesia como fundada por Cristo y necesaria para la salvación, no entran y no perseveran en ella” (Catecismo #846-848).


Sin importar lo que afirme de sí misma, y aunque la Iglesia Católica sólo da testimonio de sí misma como “sacramento” necesario, su testimonio no es verdadero, de acuerdo a lo enseñado por Cristo (Juan 5:31; Lucas 16:15). La iglesia verdadera (el conjunto o cuerpo espiritual de Cristo en el sentido de creyentes) no se puede adjudicar este título porque, en primer lugar, la Biblia habla de la iglesia como un conjunto de creyentes salvados. No es bíblico pensar que los salvados son el camino a la salvación; equivaldría a decir que es necesario ser parte de la religión católica para estar bien ante Dios o para participar en la salvación.

La realidad bíblica es que los hombres (ni ninguna religión, institución, denominación o grupo religioso) puede considerarse el camino a Jesús. Jesús es el único camino al cielo. De acuerdo a la Biblia, somos hechos hijos de Dios solamente por el hecho de haber recibido a Jesús y haber creído en Él y en su nombre, solamente por fe (Juan 1:11-13). Para llegar a ser hijos de Dios y ser salvados, debemos arrepentirnos de nuestros pecados (es decir, confesarlos a Dios para apartarnos de ellos) y recibir el Evangelio de Jesucristo, que se trata de recibirle a Él como el Mesías, el Señor y Salvador para ser salvos (Efesios 2:8-9, Hechos 16:31). La gracia salvadora que está garantizada al momento de una fe genuina, es la única gracia salvadora a la que la Palabra de Dios nos llama a recibir. Esta gracia es recibida por fe, no por la observancia de rituales ni de membresía o pertenencia a una institución religioso. No hay ningún otro requisito humano aparte del que muestran las Escrituras. La Biblia establece que Jesucristo es el ÚNICO mediador o intermediario entre nosotros y Dios Padre (1 Timoteo 2:5).

La manera de estar más cerca de Dios y en paz con Él no se obtiene meramente por ir a una iglesia ni por hacerse parte de un grupo religioso. Cuando nos acercamos a Dios directamente por medio de la oración, Él se acerca a nosotros (Santiago 4:8; Mateo 6:6). Jesucristo mismo estableció que la única manera de ser salvos y hechos hijos de Dios es siendo guiados por medio de la fe genuina a través de Él(Gálatas 3:26; Juan 3:18; Romanos 8:14) entrando por la Puerta al Cielo, que es Él mismo (Juan 19:9). NUNCA es por medio de los hombres o iglesias (Juan 10:1-18).

19. La doctrina del Máximo Pontificado del Papado


19. La doctrina del Máximo Pontificado del Papado: El catolicismo sostiene que la persona que ha sido nombrada con el Papado es el Jefe Supremo de la Iglesia la “voz” verdadera del “cristianismo” en el mundo y también la autoridad en toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena [el poder absoluto], suprema, inmediata y universal” (Catecismo, 936-937). De acuerdo a la explicación católica, el termino “Pontífice” proviene de la raíz latina "pons" que significa "puente" y "-fex" que deriva del verbo "facere" que significa "hacer o formar". La idea impuesta por tradición es que el Pontífice “forma un puente” entre la humanidad y Dios y entre todas las naciones. En este sentido, le consideran un “representante” o “vocero” de Dios, con la idea de que todo lo que él habla es lo que Dios enseña y la creencia de que todo lo que él dice es equivalente a lo que Dios dice (Catecismo, 881-882).

Es un hecho histórico que hacia 1476, con la caída del Imperio Romano de Occidente, el Papa Gregorio I (590–604), quien heredó el poder del emperador romano, se apropió del título “Máximo Pontífice”, que antiguamente sólo pertenecía a los emperadores romanos. Desde entonces el título fue usado por los obispos romanos para ejercer poder temporal (jurisdicción sobre el gobierno, no sólo en asuntos eclesiásticos internos, sino también en asuntos seculares de territorios italianos que estuvieron bajo el gobierno del papa desde el año 751 hasta 1870). 

La Biblia dice que el único puente entre Dios y la humanidad es Jesús (1 Timoteo 2:5) y que cualquiera que se desvíe de la doctrina neotestamentaria no debe ser bienvenido por nosotros (2 Juan 1:9-11). El título dado al papa usurpa el lugar que sólo le corresponde a nuestro Salvador Jesucristo, quien enseñó que no tenemos necesidad de que un hombre nos enseñe sus interpretaciones de Dios, porque el Espíritu Santo es el que nos enseñará a cada uno personalmente (1 Juan 2:20-27). Jesús también enseñó que sus seguidores solamente seguirán su voz, porque conocen su voz, y no seguirán la voz de extraños (Juan 10:1-5). Jesús dijo que "la Escritura no puede ser quebrantada" (Juan 10:35), por tanto, debemos ser como los de Berea, que "todos los días examinaban las Escrituras para comprobar" si lo que otros dicen es cierto o no (Hechos 17:11). 

17. La doctrina de la Primacía de Simón Pedro


17. La doctrina de la Primacía de Simón Pedro: La Iglesia Católica enseña que el papel supremo de Pedro por encima de los demás Apóstoles fue dado por Cristo mismo cuando Él le dijo a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos” (Mateo 16:18-19).
Los líderes católicos insisten que de esa forma, Pedro adquirió una autoridad superior o jerarquía mayor a la de los demás apóstoles. Esta doctrina, también referida a veces como el “Primado Petrino”, se apoya en la idea de que, después de que se terminó de escribir el libro de los Hechos de los Apóstoles en la Biblia, en algún momento desconocido, Pedro viajó a Roma y se convirtió en Obispo de la principal Iglesia que allí se encontraba, lo que de alguna manera lo convirtió en el primer “Papa” de la historia.
Aunque los historiadores no reconocen estos hechos y los católicos mismos admiten que ese título nunca fue aplicado a Pedro en vida, aún así se les hace pensar a los feligreses que él ejerció una forma de gobierno similar al pontificado católico, el cual consiste en una organización religiosa basada en Roma, donde los hombres son asignados en una estructura de poder con jerarquías eclesiásticas.
El catolicismo enseña que Pedro ejerció su autoridad sobre los demás obispos por más de treinta años hasta que la persecución perpetuada por el Imperio de Nerón destruyó la ciudad con el Gran incendio de Roma (ca. 64). Según el libro apócrifo "Hechos de Pedro" (siglo II), primer documento histórico que contiene esta versión, Pedro fue crucificado de cabeza. Se dice que esto fue a propia petición, porque se consideraba indigno de morir como Su salvador.
Los católicos indican que estos eventos sucedieron en el mismo lugar donde hoy en día se encuentra la Basílica de San Pedro en el Vaticano (la cual, fue construida sobre un cementerio pagano que algunos líderes católicos dicen contiene la tumba de Pedro y sus restos humanos, ocultos al público por disposición oficial).
Como registro histórico de la doctrina de Primacía de Pedro, los católicos señalan la apócrifa Epístola a los Romanos (ca. 105-110 d.C.) escrita por Ignacio de Antioquía, en donde se hace alusión al liderazgo de Pedro y Pablo como líderes de los creyentes que dieron mandatos a las iglesias de Roma (aunque ambos se mencionan a un mismo nivel de importancia).
Fue Juan Crisóstomo (ca. 349-407), patriarca de Constantinopla, a quien se le atribuyen las primeras referencias a Pedro como "la Roca" o “la Piedra” en sentido de líder supremo de la Iglesia. Crisóstomo escribió que Pedro era “la boca de todos los apóstoles, la cabeza de esa tribu, el gobernante de todo el mundo, el fundamento de la Iglesia”.
Esta doctrina fue ratificada como una creencia indiscutible y dogmática para los católicos en el Primer Concilio Vaticano (1869–70). El Catecismo de la Iglesia (#552) también enseña que Pedro ha sido y siempre seguirá siendo "la inquebrantable roca de la Iglesia".


En la Biblia, cuando Cristo dijo sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, Él acababa de preguntar a sus discípulos: “ Vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:15-16). El contexto indica que el fundamento de fe se refiere a la confesión de fe que Pedro acababa de hacer: “Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios” es la base fundamental que une a los creyentes de la Iglesia espiritual de Cristo. El mismo contexto muestra que no es posible que la persona de Pedro sea considerada la piedra, porque justo después, Pedro trató de evitar que Cristo fuera a la cruz, y Cristo, “volviéndose Él, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres(Mateo 16:23); además, de que Pedro mismo negó tres veces a Jesús durante su arresto. La Biblia muestra que, luego de arrepentirse, Pedro fue un líder principal en la Iglesia de Jerusalén y su papel era predicar el Evangelio en el pueblo (Hechos 2:14-15; 2:3-38; 10; 11). Hechos también indica que éste liderazgo era compartido al mismo nivel junto a Bernabé, Pablo, Jacobo, Judas, Barsabas, Silas, y otros discípulos, ancianos y hermanos en comunión fraternal (Hechos 1:12-14; 2:37-42; 15:6)Los cristianos del primer siglo no tenían jerarquías de autoridad; el liderazgo de los obispos, pastores o ancianos era una función igual de importante en todos, NO una posición de superioridad sobre nadie, porque “todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:44-45). La enseñanza de Cristotodo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” no fue dada exclusivamente a Pedro, sino a todos sus discípulos (Mateo 18:18). Pedro nunca reclamó una posición de autoridad por encima de los otros apóstoles y en ninguna parte de sus escritos (1a y 2a de Pedro) se halla mención alguna a esto porque Cristo mismo había dejado claro a sus doce discípulos que Su iglesia no tendría jerarquías de autoridad: se suscitó también entre ellos un altercado, sobre cuál de ellos debería ser considerado como el mayor. Y Jesús les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores. 26 Pero NO es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve(Lucas 22:25-26); “los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros NO ha de ser así (Mateo 20:25-28; cf. 18.1-5, Mr. 9:33-37; Lc. 9.46-48). La Biblia enseña que Dios solamente es la roca y la salvación” (Salmos 62:1-2, 6-8). Por ello, el Mesías es la ÚNICA roca espiritual: “cada uno tenga cuidado cómo edifica encima. Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo (1 Corintios 3:11). Quienes son hechos parte de la familia de Dios, son “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas [la fe en el Mesías Cristo], siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, 21en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor (Efesios 2:19-21). Los profetas habían hablado del Mesías como piedra angular de la Iglesia (Salmos 118:22, Isaías 28:16-17, Daniel 2:34-35; 2:44-45), Jesucristo se adjudicó a sí mismo esta profecía (Mateo 21:44; Lucas 20:18), Pablo lo reafirmó (Romanos 9:33) y Pedro mismo se refirió a Jesucristo como la Piedra (Hechos 4:10-12; 1 Pedro 2:6).

18. La Sucesión Apostólica como justificación de la Primacía Papal


18. La Sucesión Apostólica como justificación de la Primacía Papal: 

El Vaticano sostiene que, si Pedro tenía una jerarquía de autoridad por encima de todos los demás apóstoles, y si en verdad tenía una posición de poder mayor que todos los obispos de la época, después de su muerte, los líderes obispos de Roma que tomaron su lugar en esa Iglesia, también retuvieron el mismo poder o “heredaron” esa misma importancia eclesiástica y preeminencia. A esta doctrina católica se le conoce como la Sucesión Apostólica y ha sido la justificación por la cuál los líderes de la Iglesia de Roma han ejercido su autoridad sobre las Iglesia Católica durante los que siglos siguientes hasta la fecha. La doctrina de Supremacía de Pedro fue fundamental para justificar la Primacía Papal en base a la idea de Sucesión Apostólica. Estas ideas fueron defendidas por Ignacio de Antioquía (quien dijo que “deberíamos ver al obispo como si viéramos al mismísimo Señor”); Ireneo de Lyon (quien enseñó que si habían disputas locales sobre la legitimidad de una Iglesia, la Iglesia de Roma debía decidir cuál era la dominante), y otros obispos de Roma como Calixto I (ca. 217-222), Cornelio (ca. 251-253), y Esteban I (ca. 254-257). La Primera Epístola de Clemente (escrito apócrifo atribuido a Clemente I, considerado uno de los primeros Papas). 

En los siglos III y V, los Papas, cardenales y obispos católicos eran designados por los emperadores romanos, mismos que convocaban los concilios; sin embargo, con la caída del imperio de Occidente, comenzaron a ser elegidos por los reyes seculares. Debido al desacuerdo entre los mismos y las guerras de la época, distintos gobernantes comenzaron a hacer nombramientos simultáneos y hubieron papas que se disputaron la legitimidad. Tratando de evitar esto, el Papa Símaco, instituyó la práctica de que los papas nombraran a sus propios sucesores, pero esta medida pasó mucho tiempo sin practicarse. Desde el siglo III y a lo largo de la Edad Media, muchos obispos internos (inconformes con que los Pontífices electos como Obispos de Roma ejercieran decisiones arbitrarias sobre de ellos), comenzaron a cuestionar la veracidad de sus propias autoridades Papales, lo cual ocasionó divisiones tempranas. En 1054 se produjo una gran división llamada “el Gran Cisma de Oriente y Occidente" en la cual dos Papas en turno se excomulgaron mutuamente y muchos patriarcas se la Iglesia Católica (Romana de Occidente) se separaron para formar la Iglesia Ortodoxa (Griega de Oriente), que ganó muchos adeptos en Europa Oriental a través del Imperio Bizantino y actualmente subsiste con su propio Patriarca en Rusia. 

Entre el siglo XIV y XV, otra gran división conocida como “el Gran Cisma de Occidente” (1378-1417) ocasionó que hubieran tres obispos declarados como papas disputándose simultáneamente el título de Papa en Roma, Aviñon (Francia) y Pisa, Italia (cada uno con sus propios seguidores en distintas partes de Europa y sectores de la Iglesia). Una vez restituido el orden, la doctrina de Sucesión Apostólica fue defendida citando los escritos de Ireneo, Cipriano, San Agustín, y los Papas Inocencio I, Leo I, Gregorio VII que también la defendían. Este principio fue ratificado en el Edicto de Milán, el Concilio de Nicea, el Primer Concilio de Constantinopla y el Concilio de Éfeso. Hoy en día, la ICAR define al Papa como el Obispo de Roma y la persona que cumple la posición máxima sobre toda la Iglesia, donde él es descrito como “el Obispo de Roma, el sucesor de Pedro y la fuente visible y perpetua y fundamento de la unidad tanto de los obispos como de todos los fieles” (Catecismo; Segundo Concilio Vaticano, Lumen gentium). Cuando se dice “perpetuo”, se enseña que esta posición de poder eclesiástico durará para siempre en la Iglesia Católica Romana. 

El primero en hacer una lista de supuestos sucesores de Pedro fue el obispo romano Ireneo. Hoy en día la lista oficial de los Pontífices católicos es actualizada anualmente en el Anuario Pontificio bajo el documento títulado “I Sommi Pontefici Romani” (Los Supremos Pontífices de Roma). Esta lista es publicada por la Curia Romana (conjunto de organismos e instituciones de la Santa Sede) y a la fecha ha realizado casi 200 correcciones a las biografías existentes de los Pontífices romanos; no establece números consecutivos a la lista de los papas, pues reconoce algunos casos en que no es posible identificar al Papa legítimo. Considera como uno de sus símbolos más importantes el “Símbolo niceno-constantinopolitano” que es fruto de los Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y del Concilio de Constantinopla (381) precedidos por el Emperador Constantino (que según la leyenda, se convirtió al catolicismo al ser bautizado por el sacerdote ario Eusebio de Nicomedia en su lecho de muerte). 

En la Biblia, ni Pedro ni ningún otro apóstol sugirió que nombramiento apostólico sería pasado o heredado a otros sucesores, pues fue Cristo mismo el que eligió a los doce apóstoles (Mateo 10:1-15. Marcos 3:13-19. Lucas 6:12-16). Para elegir a Matías, sustituto de Judas Iscarionte, los once Apóstoles se reunieron unánimes y echaron las suertes, orando para que Dios la hiciera caer sobre aquél que quería como apóstol (Hechos 1:12-26). El apóstol Pablo fue elegido por revelación de Cristo mismo cuando iba de camino a Damasco (Hechos 9:1-19; 26:4-23) y más tarde en sus epístolas él se consideró a sí mismo un “abortivo” o añadido después de los apóstoles originales: “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que se apareció a Cefas [Pedro] y después a los doce; luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales viven aún, pero algunos ya duermen; después se apareció a Jacobo, luego a todos los apóstoles, y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí. Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana” (1 Corintios 15:8-10). Pablo también advirtió que después de él vendrían líderes impostores (Hechos 20:29-30) por lo cual debíamos recordar que Cristo mismo ya había establecido directamente a sus apóstoles (Efesios 4:11-15). Pablo también dijo que debíamos tener cuidado “si alguien viene y predica a otro Jesús, a quien no hemos predicado, o recibís un espíritu diferente, que no habéis recibido, o aceptáis un evangelio distinto” (2 Corintios 11:4). 

Advirtiendo de no dar lugar a que otros se consideraran apóstoles o enviados, él prosiguió diciendo: “En verdad pienso que en nada he sido inferior a aquellos grandiosos apóstoles… lo que hago continuaré haciéndolo, a fin de privar de oportunidad a aquellos que desean una oportunidad de ser considerados iguales a nosotros en aquello en que se glorían. Porque los tales son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz. Por tanto, no es de sorprender que sus servidores también se disfracen como servidores de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras“ (2 Corintios 11:12-15). Pedro mismo también profetizó: “habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras,... por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2:1-3).

La documentación histórica registra que la Iglesia Católica Romana nació como producto de una de las muchas iglesias que se encontraban en Roma en tiempos del gobernado pagano Constantino I “el Grande” emperador romano (306-337). Después de dos siglos de violenta persecución contra los primeros cristianos, Constantino reconoció que su imperio se encontraba gravemente dividido en fracciones y trató de conciliar la religión romana y las tradiciones paganas mezclándolas con algunas ideas del cristianismo: el resultado fue el sincretismo del catolicismo. En el año 313 d.C., junto al emperador Licinio, emitió un decreto oficial llamado Edicto de Milán, donde informó que la difusión del cristianismo sería tolerada (dejarían de ser perseguidos porque ya no podían acabar con ellos) y la autoridad de los obispos y líderes religiosos que se encontraban en Roma sería reconocida por primera vez en la historia. Constantinó convocó al Primer Concilio de Nicea (325d.C.) reunión ecuménica a la que supuestamente invitó a todos los obispos del Imperio. Con sólo un tercio de los asistentes invitados presentes, Constantino acordó con ellos cerca de veinte “canons” o “nuevas leyes inmutables” de la religión aprobada por el Emperador. Una de estas reglas establecía que el Obispo de Roma se convertiría en el líder “primus” (primero) por sobre todos los demás líderes religiosos. Esto originó desacuerdos y rencillas entre religiosos y obispos romanos que se desconocían mutuamente y se proclamaban obispos de Roma en diversas ciudades como Italia, Antioquía, Constantinopla, Alejandría y Jerusalén. Las divisiones terminaron un obispo llamado Dámaso I (ca. 304) fue favorecido por Constantino como el verdadero Obispo de la Iglesia Romana. Entre el año 324 y 330, Constantino ordenó la construcción de la ciudad de Constantinopla como nueva capital del imperio y construyó nuevas iglesias católico-romanas. Hizo al Palacio de Letrán la primera residencia papal para el Obispo de Roma, y comenzó la construcción de la Antigua Basílica de San Pedro que fue llamada "la Basílica Constantina". Aliado y ayudado por la autoridad civil, Dámaso teorizó acerca de la supremacía de la Iglesia de Roma sobre las demás iglesias y se adjudicó a sí mismo la línea de sucesión apostólica de Pedro, tachó a sus rivales de herejes o falsos obispos, fue el primero en la historia en ser llamado “Papa” y el primero en ser reconocido por un Jefe de Estado como el líder legítimo del “cristianismo” (catolicismo). Desde el s. XIV los líderes que trataron de considerarse obispos en Roma sin consentimiento oficial del emperador o del "primer" obispo en función fueron llamados “antipapas” y catalogados como usurpadores.

16. La exigencia de los dogmas marianos como requisitos de la fe


16. La exigencia de los dogmas marianos como requisitos de la fe: Hoy en día, la ICAR requiere o exige que los cuatro dogmas marianos oficiales (la doctrina Madre de Dios, la Virginidad Perpetua, la Inmaculada Concepción y la Asunción de María) formen parte del fundamento de fe tanto de todo el laicado (los feligreses católicos) como de todo el clero católico (los líderes eclesiásticos). Las confesión de otras doctrinas marianas no se considera obligatoria para ser considerado miembro oficial de la Iglesia, pero de todas formas se enseñan en el Catecismo y se promueven en la vida religiosa de los países católicos alrededor del mundo.

En el Nuevo Testamento se advierte: “No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas” (Hebreos 13:9).“Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos… ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error” (Efesios 4:4-6, 14). La Biblia advierte que quienes añadas doctrinas distintas al mensaje de Dios serán castigados duramente por Dios mismo (Deuteronomio 4:1-2, Proverbios 30:5-6, Apocalipsis 22:18-1)

15. La doctrina de María como Madre de la Iglesia



15. La doctrina de María como Madre de la Iglesia: María es nombrada por las jerarquías católicas y sus teólogos como la “madre de todos los creyentes” o la “madre de toda la Iglesia(Mater Ecclesiae), título usado por Ambrosio de Milán (s. IV) y fue difundido por los Pontífices Benedicto XIV en 1748 y Leo XIII en 1885. Éste último instituyó la costumbre de rezar el Rosario (ca. 1883) donde María es llamada: madre del Creador, virgen digna de alabanza, virgen de digna de veneración, virgen poderosa, Rosa mística, Arca de la alianza, Estrella de la mañana, Reina de los Ángeles, Reina de los patriarcas, Reina de los Apóstoles, Reina de los Mártires, Reina de la familia, Reina de la paz” y demás nombramientos que endiosan a María. El Papa Pablo VI hizo oficial el título de “Madre de la Iglesia” en el Segundo Concilio Vaticano (1962-65) y en su Credo. A partir de esto se incluyó en el Catecismo de la Iglesia y Juan Pablo II lo difundió enfatizando que María es un camino para acercarse a Cristo (Rosarium Virginis Mariae) y que María es “madre de todos los cristianos(Redemptoris Mater), cosa que repitió Benedicto XVI en 2008. El Papa Francisco en 2015 también estableció que María es "la madre de toda la humanidad".

El pasaje que los católicos usan para tratar de justificar la “maternidad” de María es Juan 19:26-27 donde dice que cuando Jesús, estando en la cruz, vio a su madre de pie junto al apóstol Juan, Él encomendó en ellos un cuidado mutuo, diciéndole a ella, “¡Mujer, he ahí tu hijo!” y a él, “He ahí tu madre!, y desde aquella hora Juan la recibió en su propia casa. En este verso Jesús se estaba asegurando de que su madre terrenal sería cuidada y procurada por su discípulo más amado, y esto muestra la compasión que Cristo tendría por ella. No obstante, ninguno de los otros discípulos o apóstoles de la Biblia le consideraron su madre. Tampoco los cristianos de los primeros dos siglos, pues Cristo mismo en su papel de Mesías dejó claro que el título de “madre” o la “maternidad” de su iglesia no le sería atribuido a María, sino a todos aquellos que le siguen, escuchan la palabra de Dios y hacen la voluntad del Padre Celestial (Lucas 8:21). El apóstol Pablo, por ejemplo, dijo tener “dolores de parto” por los nuevos creyentes que estaban siendo formados (Gálatas 4:19). La Biblia establece que es solamente por la sangre de Cristo y por medio de sus méritos que tenemos acceso al trono de Dios (Hebreos 4:14-16; 10:19, Efesios 3:11-12) y Cristo dijo que Él es el ÚNICO camino al Padre (Juan 14:6).

14. La doctrina de Madre Mediadora y Corredentora



14. La doctrina de Madre Mediadora y Corredentora: La Iglesia Católica otorga a María el titulo de «Redemptoris Mater» (Madre Redentora, enseñando que ella concede “redención” al alma y es “corredentora(Co-Redemptrix) junto a Cristo, a través de la aflicción que ella tuvo por ver la crucifixión de Cristo. Los católicos dicen que cuando ella dijo “sí” (fiat) en la anunciación de que daría luz al Mesías, ella se convirtió en la “Madre de la Salvación” que activamentecoopera” o “coparticipa” en el “nacimiento” nuevo y el “desarrollo de las almas de los redimidos» (Credo de Pablo VI, #15). En el siglo II, Ireneo (cardenal de Lyon) introdujo la idea de María como “causa de nuestra salvación” y la “nueva Eva”. En el s. III, Juan Crisóstomo, Tomás de Aquino, Cirilio de Alejandría, Agustín de Hipona, Efren de Siria y otros propagaron las ideas. En 1921, la ICAR otorgó a María el título de “Medianera” o “Mediadora de todas las graciascon motivo de fiestas en Bélgica. En 1964, el decreto "Lumen gentium", producto del Segundo Concilio Vaticano en el pontificado de Pablo VI, ratificó el título, que hoy aparece en documentos oficiales del Vaticano y en la liturgia católica.

La Biblia establece que CRISTO es el ÚNICO que da la salvación (Hechos 4:12); que SÓLO Él, al haberse dado a sí mismo por nosotros, nos puede redimir de toda iniquidad (Tito 2:14) y que Él es el único redentor del Nuevo Pacto (Hebreos 9:15, 12:24). La obra de redención en la Biblia implica que Jesús libra al ser humano de la culpa, le limpia del pecado, y le libra de sus consecuencias y ataduras. Las lágrimas o tristeza de una persona como María no pueden redimir porque la redención significa literalmente a la “compra” que Cristo hizo pagando con Su propia sangre (1 Corintios 6:20). La Biblia establece que Jesucristo es el ÚNICO mediador o intermediario entre nosotros y Dios Padre (1 Timoteo 2:5). Él es el único abogado que pagó la deuda. Llamar a María “corredentora” o mediadora implica que se le da el lugar a Cristo. Cristo, junto al Espíritu Santo, es el ÚNICO que interviene directamente para que seamos reconciliados con el Padre. Dado que Cristo y el Padre son un mismo (Juan 10:30), sólo Cristo tiene la facultad de tomar las decisiones celestiales para salvar o condenar al hombre con la misma autoridad del Padre (Mateo 11:27, 28:18, Juan 3:35, 5:22, 5:27, 17:2, Hechos 17:31, Apocalipsis 5:3-14).

13. La doctrina de María Auxiliadora


13. La doctrina de María Auxiliadora: Los católicos creen que María, desde el cielo, puede conocer, cuidar, proteger, guiar y ayudar a los católicos y que ella puede responder a sus oraciones (como afirma en el rezo “Oremos”, usado en las misas) pues se cree que puede escuchar la boca y el corazón humano desde el Cielo. Juan Crisóstomo (347-407 d.C.), obispo de Constantinopla, dijo que María es "auxilio poderosísimo, fuerte y eficaz" y en 1895 el Papa Leo XIII le nombró “Adjutricem populi” (Ayudadora del Pueblo). El Catecismo (#967-970) enseña que acercarse a María es una forma de acercarse al Padre Celestial, pues ella tiene el papel de “abogada”, “auxiliadora” y “socorro” cuando se le invoca y cuando se le tiene fe.

La Biblia enseña que Dios es el ÚNICO que puede escudriñar el corazón humano (1 Reyes 8:39; 2 Crónicas 6:30); que Dios es el ÚNICO que puede enviarnos ayuda o auxilio desde el Cielo (Salmos 73:25; 121:1), y no hay nadie más (2 Crónicas 14:11). La Escritura dice que SÓLO Dios puede hacernos vivir confiados (Salmos 4:8); SÓLO en Él debe estar depositada nuestra fe, pues Él es nuestro Creador, y SÓLO en Él esperar el alma de quien le sirve (Salmos 62:1). SÓLO Él es la roca y el que nos brinda protección celestial (Salmos 62:2), SÓLO CRISTO en la Biblia es llamado nuestro abogado (1 Juan 2:1) porque Él es el Único que pagó nuestra deuda de pecado al tomar nuestro lugar en la cruz. Jesús mismo dijo que nadie puede acercarse al Padre sino SOLAMENTE por medio de Él (Juan 14:6).