15. La doctrina de María como Madre de la Iglesia: María es nombrada por las jerarquías católicas y sus teólogos
como la “madre de todos los creyentes” o la “madre
de toda la Iglesia” (Mater Ecclesiae), título usado
por Ambrosio de Milán (s. IV) y fue difundido por los Pontífices
Benedicto XIV en 1748 y Leo XIII en 1885. Éste último instituyó la
costumbre de rezar el Rosario (ca. 1883) donde María es
llamada: “madre del Creador, virgen
digna de alabanza, virgen de digna de veneración, virgen poderosa,
Rosa mística, Arca de la alianza, Estrella de la mañana, Reina de
los Ángeles, Reina de los patriarcas, Reina de los Apóstoles, Reina
de los Mártires, Reina de la familia, Reina de la paz”
y demás nombramientos que endiosan a María. El Papa Pablo VI hizo
oficial el título de “Madre de la Iglesia” en el Segundo
Concilio Vaticano (1962-65) y en su Credo. A partir de esto se
incluyó en el Catecismo de la Iglesia y Juan Pablo II lo
difundió enfatizando que María es un camino para acercarse a Cristo
(Rosarium Virginis Mariae)
y
que María es “madre de todos los cristianos” (Redemptoris
Mater), cosa que repitió
Benedicto XVI en 2008. El Papa Francisco en 2015 también
estableció que María es "la madre de toda la humanidad".
El pasaje que los católicos usan para tratar de justificar la “maternidad” de María es Juan 19:26-27 donde dice que cuando Jesús, estando en la cruz, vio a su madre de pie junto al apóstol Juan, Él encomendó en ellos un cuidado mutuo, diciéndole a ella, “¡Mujer, he ahí tu hijo!” y a él, “He ahí tu madre!, y desde aquella hora Juan la recibió en su propia casa. En este verso Jesús se estaba asegurando de que su madre terrenal sería cuidada y procurada por su discípulo más amado, y esto muestra la compasión que Cristo tendría por ella. No obstante, ninguno de los otros discípulos o apóstoles de la Biblia le consideraron su madre. Tampoco los cristianos de los primeros dos siglos, pues Cristo mismo en su papel de Mesías dejó claro que el título de “madre” o la “maternidad” de su iglesia no le sería atribuido a María, sino a todos aquellos que le siguen, escuchan la palabra de Dios y hacen la voluntad del Padre Celestial (Lucas 8:21). El apóstol Pablo, por ejemplo, dijo tener “dolores de parto” por los nuevos creyentes que estaban siendo formados (Gálatas 4:19). La Biblia establece que es solamente por la sangre de Cristo y por medio de sus méritos que tenemos acceso al trono de Dios (Hebreos 4:14-16; 10:19, Efesios 3:11-12) y Cristo dijo que Él es el ÚNICO camino al Padre (Juan 14:6).
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