24.
La
Doctrina
de Infalibilidad Papal:
La infalibilidad papal, también conocida como "la
infalibilidad del Magisterio" es la idea de que el Pontífice
Romano o “papa”, no sólo tiene autoridad de ser "Supremo
Pastor de la iglesia", sino que también tiene la facultad
de "proclamar con acto definitivo una doctrina referente a la
fe o a la moral", y "todo fiel debe adherirse a tales
enseñanzas". En muchos contextos se cree que si él o el
conjunto de obispos que pertenecen al magisterio católico deciden
dogmatizar una doctrina distinta o hacer una declaración nueva de fe
distinta de la Biblia, éste tendrá que ser aceptada por todos los
católicas, porque se dice que no pueden mentir, ni equivocarse y son
“infalibles”. Esta doctrina se convirtió en un dogma en el
Primer Concilio Ecuménico del Vaticano en el documento titulado
"Pastor aeternus" en 1870, cuando, de forma oficial, los
obispos y el propio Papa Pío IX se adjudicaron a sí mismos esta
postura, que ya se enseñaba en el catolicismo desde la época
medieval. En 1950, Pío XII se refirió a la infalibilidad
papal diciendo: "Si cualquiera, Dios no lo quiera, se
atreviera a negar o cuestionar voluntariamente aquello que nosotros
ya definimos, que se sepa que ha caído completamente de la fe divina
y católica" (Munificentissimus Deus). En
1964, la doctrina sobre "la institución, perpetuidad, poder
y razón de ser del sacro primado del Romano Pontífice y de su
magisterio infalible, el santo concilio la propone nuevamente como
objeto de fe inconmovible a todos los fieles" (Lumen Gentium,
Cap. 3). También usa como justificación para sostener la doctrina
de infalibilidad de la iglesia.
La
Biblia dice: “todos se han desviado, a una se han corrompido; no
hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno” (Salmos 53:3).
También enseña que todo hombre es falible y propicio a hablar
falsedad (Romanos 3:4). Cristo mismo, que es el verdadero Pastor
Supremo de la iglesia y no ningún hombre, dijo que: “No hay
bueno, sino Dios” (Marcos 10:18). Ningún
hombre ni concilio de hombres tiene el derecho de determinar lo que
es verdad si ésto contradice lo enseñado por Cristo y las
Escrituras: “Todo el que se desvía y no permanece en la
enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la
enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo. Si alguno viene a
vosotros y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni lo
saludéis” (2 Juan 1:9). La Biblia también dice: “Maldito
el hombre que confía en el hombre” (Jeremías 17:5). El
apóstol Pablo indicó que ningún ser humano tendría facultad de
declarar ninguna cosa distinta a lo que ya estaba establecido en el
Evangelio anunciado por Cristo y en las Escrituras: “hay algunos
que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8Pero si
aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio
contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. Como hemos dicho
antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio
contrario al que recibisteis, sea anatema” (Gálatas 1:7-9).
También advierte: “Yo testifico a todos los que oyen las
palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas,
Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro”
(Apocalipsis 22:18,19). Dios desaprueba a quienes se justifican a sí
mismos y tienen un mal corazón (Lucas 16:15) y a quienes se creen
justos en sus propios ojos (Prov.
26:12). Dios rechaza a quienes se exaltan a sí mismos y advierte a
quienes que se hacen pasar por encima de los demás: “Abominación
al SEÑOR es todo el que es altivo de corazón; ciertamente no
quedará sin castigo” (Proverbios 16:5).
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