14. La doctrina de Madre Mediadora y Corredentora: La Iglesia Católica otorga a María el titulo de «Redemptoris
Mater» (Madre Redentora, enseñando que ella concede “redención”
al alma y es “corredentora” (Co-Redemptrix)
junto a Cristo, a través de la aflicción que ella tuvo por ver
la crucifixión de Cristo. Los católicos dicen que cuando ella dijo
“sí” (fiat) en la anunciación de que daría luz al
Mesías, ella se convirtió en la “Madre de la Salvación”
que activamente “coopera” o “coparticipa”
en el “nacimiento” nuevo
y el
“desarrollo de las almas de los redimidos»
(Credo de Pablo VI, #15).
En el siglo II, Ireneo (cardenal de Lyon) introdujo la idea de María
como “causa de nuestra salvación” y la “nueva Eva”.
En el s. III, Juan Crisóstomo, Tomás de Aquino, Cirilio de
Alejandría, Agustín de Hipona, Efren de Siria y otros propagaron
las ideas. En 1921, la ICAR otorgó a María el título de
“Medianera” o “Mediadora de todas las gracias”
con
motivo de fiestas en Bélgica.
En 1964, el decreto
"Lumen gentium",
producto del Segundo Concilio Vaticano en el pontificado de
Pablo VI, ratificó el título, que hoy aparece en documentos
oficiales del Vaticano y en la liturgia católica.
La Biblia establece que CRISTO es el ÚNICO que da la salvación (Hechos 4:12); que SÓLO Él, al haberse dado a sí mismo por nosotros, nos puede redimir de toda iniquidad (Tito 2:14) y que Él es el único redentor del Nuevo Pacto (Hebreos 9:15, 12:24). La obra de redención en la Biblia implica que Jesús libra al ser humano de la culpa, le limpia del pecado, y le libra de sus consecuencias y ataduras. Las lágrimas o tristeza de una persona como María no pueden redimir porque la redención significa literalmente a la “compra” que Cristo hizo pagando con Su propia sangre (1 Corintios 6:20). La Biblia establece que Jesucristo es el ÚNICO mediador o intermediario entre nosotros y Dios Padre (1 Timoteo 2:5). Él es el único abogado que pagó la deuda. Llamar a María “corredentora” o mediadora implica que se le da el lugar a Cristo. Cristo, junto al Espíritu Santo, es el ÚNICO que interviene directamente para que seamos reconciliados con el Padre. Dado que Cristo y el Padre son un mismo (Juan 10:30), sólo Cristo tiene la facultad de tomar las decisiones celestiales para salvar o condenar al hombre con la misma autoridad del Padre (Mateo 11:27, 28:18, Juan 3:35, 5:22, 5:27, 17:2, Hechos 17:31, Apocalipsis 5:3-14).
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