5.
La veneración de cruces y crucifijos: Los católicos acostumbran
usar cruces y crucifijos con la figura de un
hombre asemejando a Cristo en el momento de la crucifixión. En sus
iglesias, casas y coches se centraliza la figura golpeada y
ensangrentada porque se se ve como un fetiche que brinda protección. Los católicos, por tradición, suelen pensar, que si tienen estas cosas, estarán de alguna manera más cerca de Dios y veneran estas imágenes con celo religioso.
La realidad es que Cristo
no quedó muerto en la cruz: Él resucitó al
tercer día y Él
nos llama a cargar la cruz espiritual
(Lucas 9:23);
esto
no es el símbolo físico sino
la muerte
al ego, la
carnalidad y el
pecado propio. Una
cadena de madera o de metal
o una imagen que engrandezca
el momento de su sufrimiento no
es sustituto de esto ni glorifica a Dios. La cruz es muestra de lo mucho que sufrió Cristo en nuestro lugar, y de que Él está dispuesto a amarnos hasta la muerte, pero no debe ser convertido en un fetiche. Tampoco puede una cruz de juguete acercarnos a Dios: sólo podemos acercarnos a Él por medio de la oración personal y una vida obediente a sus enseñanzas.
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